Quisiera aparecer de improviso ante tus ojos, Delia, sin que nadie me anunciara, como enviado del cielo; recibiéndome tal como te encuentres, con tus largos cabellos en desorden y descalza. Éste es mi deseo: ojalá la clara Aurora, con sus rosados caballos, pueda traernos este día tan feliz y dichoso.